Existen familias grandes que tienen seis hijos y las hay pequeñas con un sólo hijo, algunas familias prefieren la playa y otras la montaña, unas son más de madrugar y otras de trasnochar, hay las que son apasionadas del deporte y las que disfrutan más del arte. Cada familia es especial, con su propia forma de ser y única en su estilo, pero todas son familias imperfectas.
Aunque las imágenes en las redes sociales o en la televisión nos quieran vender un estereotipo de familia perfecta, armónica, feliz y sin problemas, la realidad es que cada familia tiene sus puntos débiles, sus defectos y sus momentos de tensión.
La mayoría de las veces, el día a día de una familia estándar no es como lo vemos en los medios de comunicación. Además de las sonrisas, la alegría y la armonía, que es lo que se suele mostrar, las prisas, el estrés, el mal humor, los días difíciles, la impaciencia, enfados, gritos, portazos, tristeza, lágrimas, miedo, etc. forman parte de las familias imperfectas.
Y es que las familias son imperfectas porque las formamos personas imperfectas, y, por tanto, no pueden ser de otro modo. Esto en ocasiones es difícil de entender, sobretodo en la actualidad, con la sobre neurosis de la maternidad/paternidad moderna. Hoy en día se busca tener una familia tan perfecta que se quiere planificar todo al milímetro: cuándo es el mejor momento para tener hijos; cómo debe ser el hijo perfecto y qué habilidades deben tener o cuántos idiomas tienen que hablar; cómo deben ser los padres perfectos; etc.
Gregorio Luri, filósofo y pedagogo, dice que son necesarias las siguientes tres condiciones para que las familias sean perfectas:
- Tener el segundo hijo antes del primero.
- Que los hijos nazcan con más sentido común que energía para controlarla.
- Poder planificar los estados de ánimo.
Definitivamente estas condiciones ayudarían a que todo fuera ideal y perfecto en las familias. Con la llegada del segundo hijo primero, los padres estarían más experimentados y entrenados para la llegada del primogénito. Menos energía o más sentido común al utilizarla ayudaría a administrar bien esta energía en los momentos óptimos de actividad y por tanto los padres estaríamos menos agotados. Y, desde luego, si se pudieran planificar los estados de ánimo de cada padre e hijo, las cenas en familia o los momentos antes de ir a la cama serían dignas de un musical de Brodway.
Pero, lógicamente, todo esto es imposible de conseguir. Lo mismo sucede con tener una familia perfecta. No se puede aspirar la perfección de una familia. Sin embargo, hay diferentes grados de imperfección y lo que sí se puede, y se debería, anhelar es a ser una familia normal, sensatamente imperfecta. Luri define una familia normal como aquella capaz de gestionar sus neurosis cotidianas sin excesivas gesticulaciones.
En otras palabras, las familias imperfectas hemos de aprender a tratar las imperfecciones particulares de la mejor manera posible, siendo fieles siempre al propio estilo, valores, costumbres, tradiciones y forma especial de ser.
En las familias imperfectas, cada uno tiene sus propias imperfecciones, somos humanos. Lo importante es descubrir aquellas compensaciones que podemos tener cada uno a nuestro alcance para poder equilibrar los defectos.
“Cada familia tiene que encontrar esa imperfección sensata en su propio estilo.”
-Gregorio Luri-
Cuatro características de las familias imperfectas que las hacen sensatamente imperfectas.
Las familias imperfectas y normales son un gran beneficio para todas las personas y para la sociedad. Es ahí en donde aprendemos cómo funciona el mundo, las pautas básicas para la convivencia y a relacionarnos con el entorno. La familia nos da estabilidad, seguridad y confianza. Así pues, la presencia de las siguientes cuatro características en cada familia es fundamental.
Amor
Por más imperfecta o caótica que nos pueda parecer, la familia tiene un elemento principal y cohesionador que es más importante que cualquier defecto o imperfección que pueda tener: el amor. Los miembros de una familia se quieren, y lo hacen conociendo los defectos que tienen los demás.
Más aún, en la familia vivimos el amor más perfecto al que humanamente podemos aspirar: un amor sin condiciones. A la pareja, se le quiere y acepta con sus defectos, pero por lo general se le exige una correspondencia de ese amor. En cambio, el amor hacia los hijos es incondicional; a ellos no se les pide amor a cambio, y los padres los queremos sin importar cómo sean ni lo que hagan.
La familia es el primer grupo de referencia al que pertenecemos, nos acogen y nos quieren incondicionalmente incluso desde antes de nacer, por el simple hecho de haber llegado a ella. Además, puede que los padres no demos siempre el mejor ejemplo de cómo actuar o cómo comportarnos ante algunas situaciones, emociones etc.; pero siempre, siempre, podemos dar el mejor ejemplo de amor.
Sentido común y sentido del humor
Carles Capdevila decía que cada vez es más difícil educar a los hijos, pero no es imposible. Y para eso, las familias imperfectas necesitamos grandes dosis de sentido común y de sentido del humor para funcionar y gestionar esas neurosis cotidianas que menciona Luri.
Se necesita sentido común para determinar qué es lo que cada situación requiere concretamente y se pueda dar una respuesta sensata a ello. Cada familia es la que mejor conoce a sus miembros y por tanto es la que puede saber qué es lo que necesita y más le conviene en todo momento, independientemente de lo que diga la vecina, la abuela o el autor del mejor bestseller.
Por otro lado, necesitamos sentido del humor para disfrutar de la familia y de la vida misma, para ver los problemas en su dimensión correcta, darles la justa importancia y el utilizar pensamiento creativo para encontrar soluciones. Una familia con sentido del humor hace más divertidos los momentos difíciles que, de otro modo, aumentarían tensiones y conflictos.
Pasar tiempo juntos
Una familia que convive y dedica tiempo a estar juntos, se conoce mejor, está más unida, y enfrenta con más ánimo y positivamente cualquier circunstancia. Además, sus miembros tienen la confianza en que siempre tendrán alguien que los escuche y apoye.
Las múltiples ocupaciones y responsabilidades de padres e hijos a veces impiden que se pueda pasar tiempo en el que toda la familia esté presente, en cuerpo y mente. Hacer alguna comida al día todos juntos sin distracciones como los teléfonos o la televisión favorece esa convivencia diaria para conversar, escuchar e interesarse por los demás.
Aceptar los errores y pedir perdón
Las familias imperfectas cometen errores todo el tiempo. Pero, las familias sensatamente imperfectas, reparan los errores que comenten e intentan aprender de ellos.
Normalmente vemos los errores como algo negativo y malo. Pero somos humanos, y nos equivocaremos infinidad de veces a lo largo de la vida. Lo importante es lo que hagamos con ese error que comentemos. Rudolf Dreikurs decía que “los adultos necesitamos modificar cualquier creencia negativa con respecto a nuestros propios errores.” Él le llamaba: “valor de ser imperfectos.”
Cuando comentemos un error podemos sentir rabia, frustración, culpa, desaliento, impotencia, injusticia, etc. Pero también, podemos reconocerlo, responsabilizarnos de él y verlo como una oportunidad para aprender. Todos nos vamos a equivocar en algún momento, así que, por tanto, seamos más flexibles ante las equivocaciones, propias y ajenas, y aprendamos a pedir perdón, a perdonar y a volver a comenzar, desde cero.
En conclusión, las familias perfectas no existen y, por tanto, está bien ser familias humanas, sensatamente imperfectas. Mientras más pronto comprendamos que lo más importante de la familia es el amor que se tienen sus miembros y los valores que se viven en ella, viviremos más felices y disfrutaremos más de la vida.