Cuando era pequeña y decía «me aburro», mi papá me contestaba «pues no se-a-burra». Desde luego que la frase la decía en broma, pero creo que a la vez tenía razón. Hoy en día, los niños se aburren muy fácilmente, están acostumbrados a que siempre se les mantiene entretenidos o a que haya alguien o algo que los divierta.
El aburrimiento puede ocurrir en diversas circunstancias: cuando se está realizando una actividad mecánica que resulta demasiado fácil y no representa ningún reto para quien la realiza, cuando la actividad no resulta motivante o cuando simplemente «no se tiene nada que hacer».
Muchos niños, cuando se aburren, inmediatamente encienden la televisión, el ordenador, el iPad, los videojuegos, el móvil, etc. Incluso hay veces que alguno de estos aparatos también les aburre y van cambiando constantemente de uno a otro. Tristemente hay niños que se irritan, se ponen nerviosos y se enfadan si no pueden estar frente a una pantalla. Esta situación es cada vez más grave y alarmante, ya no sólo por el contenido que puedan estar viendo, sino porque estos «dispositivos de entretenimiento» no dejan espacio a que desarrollen la creatividad y la imaginación.
El pensamiento creativo es la capacidad que tenemos las personas de crear, de producir cosas nuevas y valiosas, de llegar a conclusiones nuevas y de resolver problemas de manera original. En otras palabras, es ver de manera diferente lo que ya existe para crear algo nuevo. La creatividad es inherente al ser humano. Todos somos creativos, no es algo que se deba aprender, sino más bien es algo que no se debería des-aprender.
Pero, ¿cómo vamos a fomentar que los niños exploten su creatividad si cuando se aburren encienden algo que ya se los da todo hecho, creado e inventado? La televisión, el iPad, móviles, etc. anulan la voluntad de los niños ya que ellos sólo reciben información, la cual, en muchas ocasiones, ni siquiera son capaces de procesar y asimilar.
La creatividad, las ganas de explorar, de descubrir, de desarrollar nuevas ideas, de hacerse preguntas, etc. no surgen mientras se ve la televisión, sino jugando. Cuando damos tiempo y permitimos que un niño se aburra, su cerebro comienza a buscar nuevas formas de entretenimiento y de ver las cosas; comienza a imaginar, a explorar, a descubrir, a hacerse preguntas y a crear. Catherine L’Ecuyer lo describe así en su libro Educar en el Asombro:
“A un niño que se le deja descubrir el mundo a su ritmo a través del juego libre, sin darle respuestas hechas, será un niño genial, independientemente de su potencial intelectual.”
En este sentido, cabe mencionar que muchas veces los padres nos sentimos con la obligación de entretener a nuestros hijos. Hay quienes planifican una actividad tras otra: clases extraescolares, estimulación temprana desde bebés, campamentos de verano, etc. con el fin de que los niños no se aburran y estén entretenidos. Y tanto ajetreo les deja con poco tiempo para la creatividad, la imaginación y el juego libre.
La experta en educación e investigadora de la Universidad de Educación y Aprendizaje Permanente de la Universidad de East Anglia en Reino Unido, Teresa Belton, dice que “a los niños se les debe permitir que se aburran para que puedan desarrollar su capacidad innata de ser creativos.”
De acuerdo con la Dra. Belton, es bueno que los niños se aburran pues el aburrimiento ofrece enormes ventajas a los niños. Además de lo mencionado anteriormente sobre la posibilidad de buscar nuevas formas de entretenerse, explorar y descubrir, aburrirse les brinda la oportunidad de aprender a estar solos, de disfrutar del silencio y la tranquilidad. Muchos niños están acostumbrados desde pequeños al ruido constante, incluso de fondo; algo que también le ocurre a muchos adultos. Comer, jugar, estudiar, leer, conversar, etc. con la televisión encendida imposibilita concentrarse al 100% en la actividad principal que se está realizando y gozar plenamente del momento presente, además de que impide la convivencia cuando se está con otras personas. Estar en silencio les permite encontrarse consigo mismos, conocerse, reflexionar sobre sus pensamientos y emociones, imaginar, pensar, soñar despiertos, etc.
Permitir que los niños se aburran les animará también a moverse, a salir a jugar fuera de casa. Es una gran oportunidad para los juegos desestructurados que ellos mismos puedan inventar, para usar sus manos, para crear. Además, les permite interactuar cara a cara con otros, observar a las personas, su entorno, la naturaleza, etc. utilizando todos sus sentidos. Pedagógicamente se afirma que entre más sentidos intervengan en una actividad, el aprendizaje que se obtiene de ésta será mayor. En consecuencia, dejar que los niños salgan sin que estén pegados a una pantalla les proporcionará un gran aprendizaje de lo que ocurre a su alrededor, de cómo funciona la vida que les rodea, de las personas con las que convive, etc.
Por lo tanto, en mi opinión, considero que en lugar de estar constantemente buscando actividades divertidas que les llamen la atención a los niños y los entretenga o de permitir que pasen horas frente a un dispositivo, deberíamos enfocarnos en proporcionarles un ambiente favorable para la exploración, la investigación y el descubrimiento de nuevas ideas. Nunca sabremos de lo que nuestros niños son capaces, si no les permitimos pensar por ellos mismos, hacerse preguntas y resolver sus dudas a su manera.