Se suele decir que los niños deberían venir con instrucciones, pues en muchas ocasiones es difícil entender qué necesitan en cada momento o porqué reaccionan de una forma tan inesperada, sin control aparente y exasperante para los adultos. Berrinches, rabietas, la aDOSlesencia, los terribles dos (tres, cuatro, cinco…), son momentos que superan nuestra paciencia y que incluso, nos hacen cuestionarnos sobre nuestra capacidad para educar.
La maternidad y la paternidad, así como la educación de los niños no tienen ninguna receta ni poción mágica para que sea exitosa. Cada familia es un mundo, y cada mamá o papá educamos siguiendo nuestros valores, creencias, etc. pero sobretodo, pensando siempre en lo mejor para nuestros hijos.
Libros sobre crianza y métodos de educación hay muchísimos, pero si a día de hoy yo me tuviera que quedar con uno, sería «El cerebro del niño».
“Las crisis que se producen cuando ejercemos de padre son oportunidades para el crecimiento y la integración.”
Argumento
Los autores de «El cerebro del niño», Dan Siegel y Tina Payne, defienden que la mayoría de los desafíos de la maternidad y paternidad ocurren porque el cerebro del niño no está desarrollado ni integrado completamente (según las últimas investigaciones, éste se termina de desarrollar hasta pasados los 20 años). Por lo tanto, no es realista esperar determinados comportamientos en un niño como que sean siempre racionales, que controlen sus emociones, que piensen antes de actuar, que sean empáticos, etc.
Es por eso que este libro resulta bastante práctico, pues es su finalidad principal es ayudar a los padres, profesores, cuidadores, etc. a comprender algunos principios básicos del funcionamiento del cerebro del niño para entenderlo y saber reaccionar ante las situaciones difíciles que presenta la paternidad y la maternidad.
“Los niños suelen comportarse de la mejor manera a su alcance; sólo necesitan que atendamos sus necesidades básicas.”
Algunos años atrás, se pensaba que el cerebro quedaba moldeado durante los primeros años de vida. Ahora la neurociencia ha descubierto que nuestro cerebro es dúctil y que va cambiando físicamente, es decir, estableciendo nuevas conexiones neuronales, como consecuencia de las diferentes experiencias que vamos teniendo.
Entonces, de acuerdo con los autores, los padres podemos ejercer un papel esencial a la hora de proporcionar experiencias a nuestros hijos que les ayuden a ir integrando su cerebro. Siegel y Payne proponen 12 estrategias prácticas en la que se aplican los conocimientos de la neurociencia y que nos ayudarán a utilizar los escenarios cotidianos para ayudar a que el cerebro del niño se desarrolle plenamente.
Aspectos a destacar
La argumentación del libro parte de una base científica, pero explicada de manera clara, amena, muy bien ejemplificada, con un lenguaje sencillo y fácil de entender. También cuenta con ilustraciones significativas que hacen más fácil recordar el contenido.
Además, al final del libro se incluyen dos prácticas secciones «Hoja para la nevera» y «Edades y etapas». La primera es una hoja de consulta rápida que destaca lo más relevante cada una de las 12 estrategias y que conviene tener en un lugar visible para recordar cómo actuar para ayudar a los niños a desarrollar su cerebro pleno en cualquier momento. La segunda es un breve resumen de cómo aplicar las estrategias según la edad en la que se encuentran nuestros hijos.
Otra sección a destacar es «Los niños del cerebro pleno» pensada para niños entre 5 y 9 años. Es una ilustración tipo cómic en la que se explica algunos puntos importantes sobre el funcionamiento de su cerebro con la finalidad de que también ellos aprendan cómo funciona su cerebro, se auto conozcan y sean conscientes de lo que les ocurre en cada situación para saber controlarla.
Por último, al final de cada capítulo la sección «Integrarnos a nosotros mismos» incluye consejos que nos ayudan a los padres a aplicar la teoría en nosotros mismos, es decir, a integrar nuestro cerebro, nuestra vida, emociones y las relaciones personales.
“Eso nos dará la libertad de ser la clase de progenitor que queremos ser. Daremos sentido a nuestra propia vida, y eso ayudará a nuestros hijos a hacer lo mismo con la suya.”
Para más información sobre el cerebro pleno, visita la página del Dr. Siegel.