Las rutinas pueden tener mala fama. Hay a quienes les parecen aburridas y monótonas porque se creen que sólo se trata de hacer siempre lo mismo. Por otro lado, hay otras a las que saber qué toca hacer en cada momento les da orden y seguridad.
Tanto si te gustan más o menos, las rutinas son parte de nuestra vida y, aún con detractores, son muy utilizadas, incluso inconscientemente. Nos permiten tener “automatizados” algunas tareas o decisiones cotidianas y banales dejando espacio mental para otras actividades más profundas como la reflexión, creatividad o toma de decisiones.
Por ejemplo, personas como Matilda Kahl, Mark Zuckerberg o Steve Jobs han asegurado que vestir igual cada día para ir a trabajar les ha permitido aumentar su productividad y concentración en otras áreas que consideran más importantes para su vida. Eso no les impide que los fines de semana o en ocasiones especiales usen ropa diferente. No estoy sugiriendo que vistas igual cada día (o sí, si te resulta práctico), sino que te apoyes en las rutinas para hacerte la vida más fácil, sobre todo en la familia, y poder prestar más atención y energía a otros momentos.
¿Para qué sirven las rutinas en la familia?
“Las rutinas diarias son para los niños lo que las paredes son para una casa, les da fronteras y dimensión a la vida.”
-Rudolf Dreikurs-
En la mayoría de las familias existen momentos caóticos, difíciles de gestionar y que generan conflictos, malos momentos y discusiones cada día. ¿Cuántas veces no has tenido que repetir que es hora de dormir y apagar las luces, que la habitación debe quedar recogida antes de salir de casa o preguntar cual disco rayado si se han lavado los dientes antes de dormir? Si los padres nos cansamos de repetir las cosas una y otra vez, a los hijos les molesta escucharlo tantas veces (aunque a nosotros nos parezca que no nos oyen 😛).
Quizás los momentos críticos más comunes en la mayoría de las casas son: las mañanas -el prepararse para salir a tiempo al colegio y al trabajo-, y las tardes-noches, deberes, duchas, cenas y hora de dormir.
Crear rutinas para la familia tendrá grandes ventajas pues dará seguridad, ayudará a organizar y optimizar el tiempo de manera que todos los miembros sepan qué toca hacer y cuándo debe estar hecho y sobre todo a eliminar las batallas de repetir y escuchar lo mismo cada día.
Las rutinas no sirven únicamente para los niños, los adolescentes, jóvenes y adultos también nos podemos beneficiar de ellas. Si establecemos el momento en el que tenemos que hacer cada cosa optimizaremos mejor el tiempo de estudio, trabajo, deporte, amigos, familia, personal, etc.
Enseñar a los adolescentes a organizar sus propias tablas de rutinas y acompañarlos en su elaboración, les ayuda a establecer sus prioridades y objetivos además de que adquieren hábitos de estudio y de trabajo.
¿Cómo hacer una tabla de rutina que funcione?
Una tabla de rutina no es una lista de cosas que unilateralmente los padres han decidido que los hijos tienen que cumplir. Tampoco es una tabla de premios en las que se van poniendo pegatinas para al final obtener una recompensa. Es más bien una lista de acciones o tareas ordenadas convenientemente que cada miembro de la familia debe cumplir.
Para que una rutina funcione el mayor tiempo posible, es importante involucrar al niño o adolescente para que juntos decidan la lista de tareas o pasos que ésta debe incluir. Se puede preguntar, por ejemplo: ¿qué necesitas hacer antes de poder ir a la cama? Entonces se hace una lluvia de ideas con todas las acciones. Los padres pueden hacer alguna sugerencia como: ¿qué tal dejar preparada la ropa que te pondrás al día siguiente? El orden en el que se deben llevar a cabo los pasos también debe ser consensuado entre padres e hijos.
Entre más pequeños sean los niños es preferible que sean más detalladas. Por ejemplo, en lugar de poner sólo ducha, quizás se necesite poner: preparar la ropa, desvestirse, ducharse, vestirse, etc. Conforme van creciendo y van interiorizando los micro pasos que completan una tarea, se puede hacer menos detallada e incorporar, a su vez, otras actividades cada vez más complejas. Se pueden añadir, como parte de la rutina, actividades para colaborar en las tareas familiares como: ayudar a preparar el desayuno, poner la mesa, poner la ropa en la lavadora, etc.
Es recomendable hacer una tabla de rutina para cada momento diferente. Por ejemplo, una rutina para las mañanas, una para las tardes que pueden incluir tiempo de extraescolares, juegos y deberes y una rutina para la noche. También se puede hacer una rutina para cada miembro de la familia, en especial cuando hay hijos de diferentes edades y cada uno tiene necesidades y ritmos diferentes. Los papás también pueden hacer visible su rutina para dar ejemplo a los hijos.
Una vez estén las acciones claras, se puede personalizar de manera que resulte práctica y atractiva. Los dibujos, imágenes o fotografías son un gran apoyo visual para los más pequeños. También ayuda a que haya algún recurso con el que ir marcando los pasos que llevan hechos. Los mayores pueden tener sólo la lista e ir siguiéndola mentalmente. En Pinterest te he dejado algunas ideas.
Hay rutinas que necesitan un horario específico y hay otras en las que lo que más importa es la secuencia de los hechos, no tanto la hora, que puede ser más flexible. Una rutina de tarde, por ejemplo, podrá combinar actividades con horarios (clase de pintura a las 18.00) y otras sin horarios (hacer los deberes o tiempo libre).
¿Cómo incorporar la rutina en el día a día?
Para poder consolidar una rutina es imprescindible ser constante y sobre todo invertir tiempo en enseñar cómo hacer cada paso, a seguirla y a hacerla de manera independiente (en la medida de lo posible de acuerdo a la edad). Al principio quizás parezca que las cosas van más lentas porque hay que ir verificando cada paso. Sin embargo, con paciencia y una vez que ya esté interiorizada, las cosas fluirán mejor.
Las rutinas ayudan mucho a mejorar la convivencia familiar y a evitar los conflictos que surgen a la hora de querer llegar a todo y cuando se quiere conseguir la colaboración de todos los miembros de la familia. No es un remedio infalible, por supuesto. Quizás con el tiempo haya que ir haciendo ajustes y revisando pasos. Siempre se puede volver a comenzar.
Seguir una rutina hace que se refuerce la responsabilidad, el orden, la puntualidad, la constancia, la fuerza de voluntad y el autocontrol, la consolidación de buenos hábitos y otras competencias para la vida. Pero los días en que no sale bien o que hay imprevistos que nos hacen no poder seguir la rutina son los mejores para ejercitar la flexibilidad y el saber adaptarse a las circunstancias.
Y, desde luego, hay momentos que son para salirse completamente de la rutina, disfrutar de la espontaneidad y de eso que los hace diferentes y especiales.
¿Verdad que, después de todo, la rutina tampoco es tan mala?