Estoy segura de que para muchos el libro de Educar en el asombro, no necesita presentación. Es uno de los best sellers educativos de los últimos años. Desde su publicación en 2012, está ya en su 23ª edición y ha sido traducido a ocho idiomas.
Personalmente lo descubrí por casualidad hace algunos años curioseando entre las novedades literarias del día de Sant Jordi. Desde el primer instante, leyendo el índice y hojeando un poco por encima, el contenido me atrapó. Y hoy en día es un libro al que recurro constantemente.
Además, he tenido la oportunidad de escuchar a su autora, Catherine L’Ecuyer, en alguna conferencia y puedo asegurar que su teoría y su discurso no deja a nadie indiferente. Es por eso que, aún años después y, a pesar de su éxito evidente, yo me siento en la obligación de seguir recomendándolo y promoviendo su lectura.
Educar en el asombro es un libro que humaniza la infancia y el proceso educativo desde el apego y el respeto por su esencia. Además, hace que los adultos nos centremos en lo que de verdad importa para sacar lo mejor de los niños acompañándolos en la aventura maravillosa de descubrir el mundo por primera vez.
El argumento
El libro se divide en dos grandes partes. En la primera, L’Ecuyer hace una explicación profunda de qué es el asombro, por qué los niños se asombran y la importancia que tiene esta cualidad en su desarrollo y educación. En la segunda, explica detalladamente qué podemos hacer para cuidar la infancia educando en el asombro.
El asombro es el deseo para el conocimiento, es decir, aquello que nos hace interesarnos en conocer, aprender o explorar. Es “una emoción de trascendencia personal, un sentimiento de admiración y de elevación frente a algo que supera a uno (…) una experiencia que hace que uno pare para pensar.”
Por lo general, los niños se asombran ante infinidad de cosas que nosotros ya damos por sentado, se asombran ante una realidad que es, pero que podía no haber sido. Por eso preguntan tanto, no porque la quieran cambiar, sino porque se maravillan ante ella. ¿Quién no ha sido bombardeado por niños de tres o cuatro años con preguntas que nos parecen ilógicas o con una interminable lista de porqués?
“El sentido del asombro del niño es lo que le lleva a descubrir el mundo. Es la motivación interna del niño, su estimulación temprana natural. Las cosas pequeñas que mueven al niño a aprender, a satisfacer su curiosidad…”
Así pues, nos dice la autora, el asombro tiene un papel clave en el desarrollo del niño y perderlo en su infancia puede perjudicarlo. Hoy en día, nos toca educar en un mundo frenético e hiperexigente, como dice la cinta inferior de la portada del libro, que sobreestimula los sentidos y minimiza o anula el mecanismo innato del asombro en los niños.
En este sentido, en el libro se advierte sobre el peligro de la sobreesetimulación. Y es que los niños, y en general cualquier persona con exceso de estímulos, entra en un círculo vicioso en el que buscará entretenimiento y sensaciones cada vez más intensas que le motiven.
Así, un niño sobreestimulado y que pierde o que no desarrolla el sentido del asombro, se vuelve una persona cínica, apática, desmotivada y desagradecida, que carece de esfuerzo y necesita constantemente que se le motive o se le entretenga desde fuera, porque él mismo ha perdido la capacidad de motivarse y el interés por aprender. Un niño que pierde esa capacidad de asombro pierde también, de alguna manera, parte de su infancia.
¿Cómo educar en el asombro?
Debemos re-imaginar una educación que cuente con el asombro, dice Catherine L’Ecuyer. Y por eso, le dedica doce capítulos en la segunda parte del libro a explicar, de manera clara y bien argumentada, la manera en que papás, profesores y en general, cualquier adulto, debemos educar (o reeducar) en el asombro.
A grandes rasgos, lo principal que destaca la autora es que pongamos al niño como protagonista de su educación. Ella insiste en la importancia del apego entre el niño y su principal cuidador, así como en el respeto por la infancia, sus tiempos y etapas particulares, sin adelantarlas ni manipularlas.
Además, sitúa el juego libre como la actividad por excelencia a través de la cual aprenden los niños, movidos por el asombro. Lo importante dice, es que sean los niños quienes se pongan en marcha a través del juego. Asimismo, apuesta por la naturaleza como una de las primeras ventanas de asombro y lo que puede ayudar a recuperar este sentido a quien lo haya perdido.
“Educar en el asombro consiste en respetar la libertad interior, contando con el niño en el proceso educativo, respetar sus ritmos, fomentar el silencio, el juego libre, respetar las etapas de la infancia, rodear al niño de belleza y sin saturar los sentidos…”
Lo más importante para educar en el asombro es ser conscientes de que no es algo que se pueda reducir a técnicas o métodos, y por supuesto, no es algo que se inculque o se pueda dar desde fuera. Sino que más bien requiere una buena dosis de libertad, naturaleza y humanidad.
Así pues, educar en el asombro es una filosofía y una forma de entender de vida en la que reconocemos que los niños tienen una naturaleza propia a la que debemos ser sensibles respetando sus necesidades, su inocencia y por supuesto, su magia. Por eso considero que ésta es una lectura imprescindible para cualquier persona que tenga un trato con niños, pero especialmente para papás y profesores.
Y tú, ¿lo has leído ya?
Si quieres profundizar más sobre este tema, te recomiendo también leer su segundo libro, Educar en la realidad y visitar su página web.