Blog
abril 9, 2018

Qué son los neuromitos y porqué es importante que los conozcamos


Featured image for “Qué son los neuromitos y porqué es importante que los conozcamos”

Los neuromitos, son falsas creencias que tenemos sobre el desarrollo cerebral. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) explica que son malas interpretaciones, o afirmaciones entendidas fuera de contexto, de hechos científicamente establecidos sobre el funcionamiento del cerebro que la sociedad ha aceptado y aplicado erróneamente en el ámbito educativo.

El principal problema de los neuromitos es que: «padres, profesores y especialistas en educación se sienten motivados a poner en práctica lo que han escuchado o leído en los medios populares. Existe el peligro de que se sientan tentados a adoptar con demasiada facilidad las estrategias de enseñanza o de crianza «basadas en el [funcionamiento del] cerebro» pero que en realidad no tienen ninguna evidencia.»

Así pues, hoy en día leemos tanta información en blogs, redes sociales, noticias, folletos e incluso en libros; y escuchamos tantas opiniones, consejos o testimonios de expertos en educación que nos acabamos creyendo estas afirmaciones que se han ido extendiendo como conocimiento popular, y terminamos incorporándolas en la forma de criar a nuestros hijos.

¿Cuáles son estos neuromitos?

Ulrike Rimmele ha hecho una compilación de los más populares y extendidos en la sociedad. He de decir que incluso estos neuromitos se enseñan en la universidad en carreras relacionadas con la educación.

Los primeros tres años son críticos para el aprendizaje y decisivos en el desarrollo y éxito posterior.

Se cree que durante la primera infancia, de los 0 a los 3 años, existen periodos críticos para aprender una serie de cosas que después de esta etapa no pueden ser aprendidos o que es mucho más difícil. Aunque es verdad que durante esta primera etapa de la vida es cuando más conexiones sinápticas se forman, no significa que, pasado este tiempo, se termine la oportunidad de adquirir ciertas destrezas o conocimientos de por vida.

Además, se sabe que el cerebro cambia físicamente a lo largo de toda la vida, y no sólo durante la infancia. Las experiencias que vivimos cada día activan nuestras neuronas y desarrollan nuevas conexiones entre sí reconfigurándolo constantemente. Por lo que, de los 0 a 3 años, pueden exitir periodos más o menos sensibles en cuanto al desarrollo cognitivo, pero éstos no se deben considerarse críticos para el resto de la vida.

Un entorno enriquecido aumenta la capacidad del cerebro de aprender.

Este mito está estrechamente relacionado con el anterior puesto que se cree que, si los tres primeros años de vida de los niños son críticos para su aprendizaje y desarrollo, debemos aprovechar para exponerlos a la mayor cantidad de estímulos posibles, especialmente durante esta etapa. La frase más típica que ejemplifica este mito es: «Los niños pequeños son esponjas, por lo tanto hay que aprovechar la oportunidad de que aprendan con mayor facilidad.» Por ejemplo: si en esta etapa tienen facilidad para el lenguaje, aprovechamos para que aprendan varios idiomas. Si tienen facilidad para la música, hay que enseñarles a tocar un instrumento, si están desarrollando habilidades motoras, es cuando deben comenzar a practicar bailes o deporte.

El resultado: niños sobreestimulados e hiperocupados, con poco tiempo de aprender a través del juego libre utilizando su curiosidad innata. Daniel Siegel, autor del libro «El cerebro del niño», afirma: «No hay necesidad de bombardear a bebés o niños pequeños (o a nadie) con una estimulación sensorial excesiva con la esperanza de construir mejores cerebros. (…) La sobreproducción de conexiones sinápticas durante los primeros años de vida es suficiente para que el cerebro pueda desarrollarse adecuadamente dentro de un entorno medio que proporciona la cantidad mínima de estimulación sensorial.»

Existe un tipo de aprendizaje visual, auditivo y kinestésico.

Este mito está basado en la teoría de Frederic Vester, según la cual biológicamente aprendemos por un canal de percepción predominante: visual, auditivo o kinestésico. El visual aprende viendo; el auditivo, escuchando y el kinestésico, manipulando. Este mito está ampliamente aceptado en las aulas escolares, donde los profesores, con toda buena voluntad y la mejor intención, intentan dar a los alumnos la información a través de diferentes canales para ayudar a su comprensión.

No obstante, los alumnos no aprenden únicamente viendo, escuchando o tocando. Para la comprensión y el aprendizaje se ha de ir un paso más allá de la simple percepción y darle un significado a eso que se percibe. El aprender y dar un significado al aprendizaje es un logro intelectual que implica comprender lo meramente percibido.

Usamos sólo el 10% de nuestro cerebro.

Según este mito, sólo usamos el 10% de nuestra capacidad cerebral. ¿Qué pasa con el otro 90%? ¿Cómo podríamos conocer entonces el 100% de la capacidad cerebral si sólo conocemos un 10%? El éxito de este mito reside en imaginar las grandes capacidades que podemos llegar a desarrollar si aprendemos a usar todas nuestras capacidades. Nos gusta pensar que seríamos como genios, semidioses, o que tendíamos súper poderes.

La realidad es que utilizamos la totalidad del cerebro. Los neurocientíficos argumentan que, con base en la observación de mapas cerebrales y la estimulación eléctrica hecha durante neurocirugías, todas las regiones y funciones del cerebro se conocen y no existe un 90% que permanece inactivo. Además, siguiendo las leyes de la evolución, si nuestro cuerpo no utiliza algún órgano, éste iría desapareciendo o no seguiría reproduciéndose a lo largo de las siguientes generaciones.

Cada hemisferio es responsable de un estilo de aprendizaje distinto.

Otro mito muy extendido es el de la dominancia cerebral, según el cual las personas más creativas y artísticas usan más el hemisferio derecho, y por el contrario, las personas más lógicas y analíticas utilizan más el hemisferio izquierdo. Esto en educación repercute en el estilo de aprendizaje o personalidad de los niños según el hemisferio que usen más.

Sin embargo, hoy en día se sabe que aunque hay ciertas actividades que ocurren más en un hemisferio que en otro, el cerebro trabaja en conjunto y ambos hemisferios están en constante comunicación. Además, no hay evidencia científica en la que se demuestre que un hemisferio domine más que el otro, y por tanto, esto no tiene ninguna influencia en el aprendizaje.

5 neuromitos o falsas creencias que tenemos sobre el cerebro que se aplican erróneamente en el ámbito educativo

¿Para qué nos sirve, como padres, conocer estos neuromitos?

«Sin duda, los neuromitos han contribuido a alejar a muchos padres de su sensibilidad y de su sentido común en el ejercicio de su maternidad y de su paternidad.» – Catherine L’Ecuyere.

Los neuromitos están muy arraigados principalmente en entornos escolares. Sin embargo, cuando nos convertimos en padres comenzamos a buscar maneras de ayudar a nuestros hijos a crecer plenamente. Y uno de los aspectos al que se le suele dar mucha importancia es a fomentar el desarrollo intelectual de los niños. En otras palabras, queremos que nuestros hijos sean inteligentes y que tengan recursos que les ayuden a tener éxito en el futuro. Por tanto, buscamos en el mercado herramientas que nos ayuden a conseguir este objetivo.

En el ámbito de la educación y el desarrollo infantil existe una gran cantidad de programas de estimulación cerebral, softwares educativos, colegios, aplicaciones del móvil, e incluso, tratamientos farmacológicos que presumen ser capaces de crear genios y mejorar el desarrollo cerebral de nuestros hijos.

La realidad es que muchas de las empresas que desarrollan y venden estas herramientas lo hacen basándose en modas y supuestas innovaciones educativas, en conocimiento pseudocientífico o en malas interpretaciones de estudios científicos (neuromitos) y en lo que los consumidores finales, en este caso los padres, buscan.

«Hay infinidad de programas milagro que prometen desarrollar la inteligencia del niño (…) Posiblemente la razón por la que muchos de ellos fracasan es porque su principal interés es acelerar el proceso natural del desarrollo cerebral, con la idea de que llegar antes permite llegar más lejos.» – Álvaro Bilbao

La premisa de «cuanto antes y más mejor» es en la que se basan la mayoría de estos programas educativos, como por ejemplo la estimulación temprana o el Método Doman. Y, como podemos comprobar, ambos están basados en neuromitos anteriormente explicados: aprovechar el período crítico de los niños que lo absorben todo de los 0 a los 3 años exponiéndolos a un entorno enriquecido de estímulos.

La estimulación temprana, originalmente llamada early intervention, fue diseñada para niños con dificultades o en situación de riesgo. Sin embargo, más tarde ha sido trasladada y aplicada a niños sanos y completamente normales. En ella, los niños tienen que alcanzar hitos de acuerdo a su edad. En caso de que no lo consigan, se practican algunos ejercicios para estimular el área en la que se presenta un retraso.

Otro argumento común para llevar los niños a estas actividades es que socialicen y jueguen con otros niños. La realidad es que el proceso de socialización y la capacidad de «jugar con otros» difícilmente comienza antes de los tres años.

Por otro lado, en el uso de las pantallas, concretamente en programas, juegos y aplicaciones educativas, es en donde también proliferan los neuromitos. La industria del entretenimiento ha crecido enormemente en los últimos años, lo mismo que las empresas que desarrollan aplicaciones para teléfonos «inteligentes» y tabletas. Se venden infinidad de aplicaciones argumentando que los niños aprenderán más rápido mientras se divierten.

Es bien sabido que la Academia Americana de Pediatría y la Asociación Canadiense de Pediatría recomiendan evitar las pantallas en niños menores de dos años ya que considera que hay más efectos negativos que positivos. Y en niños de 3 a 5 años, limitar el tiempo de pantalla a menos de una hora al día.

Sin embargo, las pantallas están tan presentes en nuestro día que se recurre a la justificación educativa para que los menores las utilicen. Y la realidad es que los niños no van a aprender idiomas, ni van a mejorar su capacidad viso-perceptiva, psicomotriz o verbal, entre otras muchas, por jugar con la tablet o el móvil.

No obstante, si quieres saber cuáles son las mejores aplicaciones para niños menores de seis años, te recomiendo ampliamente el capítulo 25 del libro «El cerebro del niño explicado a los padres» del Dr. Álvaro Bilbao.

En conclusión, conocer y estar informados sobre el funcionamiento real del cerebro y del desarrollo cognitivo, nos ayudará a tomar mejores decisiones referentes a lo que queremos para nuestros hijos. Con esto quiero decir que, si algún padre o madre quiere llevar a sus hijos a clases de estimulación temprana o dejarlo ver la tele o jugar con aplicaciones en la tablet, lo haga siendo consciente de que aquello no ayudará ni beneficiará a que los niños aprendan más ni sean más inteligentes.

Lo que realmente ayuda al desarrollo cerebral óptimo de los niños es la seguridad, el cariño, la estimulación natural y el apego que viven los niños pequeños dentro de su familia, más concretamente con su principal cuidador.

Dicho de otro modo, si quieres ayudar a que el cerebro de tus hijos se desarrolle plenamente trabaja principalmente en la relación que tienes con ellos, preocúpate más por su inteligencia emocional que por la cerebral, valida sus emociones, crea un vínculo de confianza mutuo, dale seguridad y hazle sentir valioso.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

¡Suscríbete a la Newsletter!

Cursos y Talleres de Disciplina Positiva
Positive Discipline Association
madresfera